lunes, 6 de abril de 2020

Let's talk about LOVE


Un día mi primer novio, Roque, me trajo de Barcelona dos regalos: una camiseta de Love y el Forever Changes. Y me dijo: Toma, tu próximo disco preferido.

Curiosamente, los momentos que más he idealizado y tatuado en mi memoria, son aquellos que reflejan la cotidianeidad del día a día. No soy capaz de memorizar de forma tan vívida los grandes gestos, las expresiones grandilocuentes de amor o de amistad. Y por eso tengo este recuerdo de hace doce años, cuando un día tan normal como corriente, nos tiramos en el sofá a escuchar mi supuesto disco favorito del futuro.

A estas alturas, de hecho, ya conocía a Love bastante bien. Los descubrí en el recopilatorio de los Nuggets, que nutrió mi biblioteca musical durante gran parte de mi adolescencia, con 7 & 7 is, canción me voló la cabeza la primera vez que la escuché. Desde entonces, había escuchado los primeros discos de Love y alguno de los posteriores a Bryan Mac Lean, y por alguna razón o despiste me salté el disco más popular de su carrera y uno de los más aclamados de la música contemporánea (ese serpenteo no es raro en mi: si no hubiera crecido con los Beatles y los hubiera descubierto más tarde, probablemente habría empezado con Helter Skelter).

En todo caso, escuché el disco por primera vez y no lo entendí. “¿Y estas orquestas?” “Oye, ¿esto no te suena mariachi?” “Uff, la segunda canción es una pasada.” Me cuesta reconocerlo ahora, pero la verdad es que no me gustó.

Hay varias formas de enamorarse. Está el enamoramiento rápido, que surge a primera vista y a base de un bombardeo en el que todo es muy intenso desde el principio, abocado a salir o muy bien o muy mal; y el enamoramiento cocinado a fuego lento, que evoluciona gradualmente, sin esperar absolutamente nada más allá de una amistad en un primer momento, sin más expectaciones ni expectativas, pasando paulatinamente a convertirse en algo más profundo. Como en “Cuando Harry Encontró a Sally”.

Y, así, a fuego lento, cociné mi amor por el Forever Changes. Sin darme cuenta me conquistó de una forma implacable y se convirtió, efectivamente, en mi disco preferido. Es cierto que no era tan macarra como los discos que acostumbraba a escuchar por entonces, ni la voz de Arthur Lee era tan rasgada, tan genuina como en Everybody’s Gotta Live. También es cierto que, aun teniendo en cuenta que tenía unos gustos bastante eclécticos entonces, ineludiblemente se alejaba de todos los canones de la música que escuchaba en esos momentos: nunca había disfrutado especialmente de la guitarra clásica (salvo cuando la tocaba Steve Howe, ahí si), ni siquiera me gustaban todos los temas. Pero, a pesar de haberlo puesto una y otra vez durante tantos años, todavía escucho las canciones y descubro matices nuevos. El Forever Changes cambió definitivamente mi forma de ver el Rock y me abrió un nuevo mundo a nivel creativo, porque jamás habría pensado que un disco así pudiera colarse en mitad de la carrera artística de un grupo de Rock Psicodélico.

Love no es el grupo más compacto de la historia del Rock: de hecho, los últimos discos son muy buenos y hay momentos brillantes, pero no son, al contrario que los primeros, redondos. Sorprende, al buscar una cohesión cronológica, que estos discos se escribieran después del Forever Changes, porque a pesar de ese giro de 360 grados seguían siendo un grupo de rock psicodélico, quizá con una mayor tendencia al blues rock, pero con una consistencia en cuanto a calidad menor que en los años sesenta. Por otra parte, esos momentos brillantes eclipsan de una forma tan apabullante el resto del material que merece la pena concederles esta prerrogativa.

Una importante razón, es que después del Forever Changes, el único miembro de la formación original que quedaba era Arthur Lee. A saber qué habría sido de Love si Bryan Mac Lean no se hubiera ido… 


La anécdota: El guitarrista de The Everlasting First es Jimi Hendrix, conocido admirador de Arthur Lee.




Cinco años más tarde, mi grupo y mi camiseta preferidos eran los mismos, pero el novio no. De pura casualidad, el novio de entonces me regaló otro disco de Love, el Blue Thumb Recordings, que todavía sigue dando vueltas en mi coche. Le di las gracias, le sonreí, y, sin dar más explicaciones, le reconocí que me había enamorado de él de la misma forma que me enamoré en su momento del Forever Changes.


2 comentarios:

Gonzalo Aróstegui Lasarte dijo...

Bueno, "Four Sail" se acerca mucho a "Forever Changes", aunque entienda lo que dices sobre un disco tan extraordinario como el tercero de Love.

Un abrazo, me alegra saber que sigues viva y bien.

anna van anna dijo...

Gonzalo! Qué alegría verte por aquí! Si, coincido en que el Four Sails es muy bueno, pero me ocurre lo que decía, que tiene temas enormes (Always See your Face, Singing Cowboy, August, DREAM que es una pasada...) pero no llega a engancharme al completo.

Un abrazo enorme, gracias por leerme!